Sísifo se mete a estudiar unas oposiciones
Llevaba Sísifo ya unos 500 años subiendo la misma piedra a lo alto de la montaña. Esta vez, pensó, sería diferente: esta vez la piedra se quedaría arriba. Con tremendo esfuerzo, habiendo hecho lo mismo millones de veces antes, Sísifo logró empujar aquella pesada carga hasta la cima de la montaña.
—Esta es la buena —pensó.
Pero el pedrusco volvió a rodar cuesta abajo, repitiendo el inexorable destino que le atormentaba desde hacía tanto.
Ya estaba harto. Había que idear otra vía de acción, un cambio de estrategia que le devolviese la alegría. Sísifo ya no era capaz de recordar cómo era la vida antes de estar condenado a empujar tal peso a cientos de metros de altura, solo para ver cómo se volvía a despeñar una y otra, y otra, y otra vez. El que había sido rey de Corinto comenzó a pensar en diferentes posibilidades. Al fin y al cabo, el tedio que implicaba su condena le permitía tener una eternidad para pensar.
Barajó comprar lotería y dejarlo todo a la suerte. Demasiado improbable, concluyó. Después pensó en hacerse streamer en Twitch. Pero claro, ¿quién tendría interés en ver cómo empujaba la misma roca una y otra vez? No, tenía que pensar en grande. Entonces recordó a su tío Juto. Juto había conseguido un puestecito de funcionario en Correos, de cara al público, pero bastante tranquilo, y sobre todo estable y seguro. Aunque trabajar en Correos no demostraba ningún tipo de ambición laboral en la vida, sí que permitía a Juto vivir cómodamente y sin mayor preocupación.
Sísifo pensó que si su tío había podido hacerlo, ¿por qué él no iba a poder? Claro, que significaría estudiar largas horas y sumar más preocupaciones a su día a día. Comenzó a buscar por Internet el temario para las oposiciones de Administración General del Estado (AGE para los entendidos), y acto seguido se apuntó a una academia que le enseñaría los aspectos más importantes del temario. La convocatoria oficial saldría de un momento a otro, así que tenía que estar preparado.
Comenzó a estudiar. Día tras día, noche tras noche, Sísifo estudiaba con esmero. Estudió hasta que los codos se le quedaron rojos de tenerlos clavados en el escritorio. Estudió y estudió, y en numerosas ocasiones se vio tentado a tirar la toalla. Pero Sísifo no se daba por vencido fácilmente, así que continuó en su empeño con tenacidad. Estaba convencido de que al final merecería la pena, y que en el futuro recordaría aquellos días como la mejor decisión que jamás podría haber tomado.
Finalmente, llegó el día tan esperado pero a la vez temido por Sísifo. Llegó el examen. Era el momento de demostrar que se había esforzado más que nadie, que todo el sacrificio había merecido la pena. Era hora de dejar la pesada roca atrás y dar la bienvenida a una nueva vida de tranquilidad y estabilidad. Por fin podría dejar en el pasado aquel trabajo físico que tanto odiaba. Sísifo hizo el examen lo mejor que pudo, y lo repasó varias veces antes de entregarlo al tribunal. Aquel día regresó a casa nervioso, contando los días para la resolución definitiva. Esperaba que, si no era capaz de conseguir una plaza de funcionario, al menos podría entrar en la bolsa de interinos.
Lentamente, los días pasaron. Una semana, dos semanas, un mes, dos meses... Y por fin recibió una notificación: las notas habían sido publicadas. Sísifo sintió un vuelco en el corazón, y tembloroso acudió a ver su calificación. ¿Sería este por fin el inicio de la nueva vida que tanto anhelaba? ¿Podría por fin descansar? ¿El destino tendría a bien darle un respiro? Sísifo abrió la web de recursos humanos, introdujo su Cl@ve Pin, su DNI, su número de candidato y esperó varios minutos a que cargara la lista.
6,3
Había aprobado. Pero lamentablemente no tenía suficiente nota como para obtener una plaza, y se había quedado fuera de la bolsa por 4 décimas. Sísifo estaba devastado. Desmoralizado, vio como sus esperanzas se alejaban de él, sin que él pudiera hacer nada. Podría haber estudiado más, podría haberse esforzado más, podría haberse sacrificado más, pensó. Estaba completamente derrotado, pero la mera idea de volver a su antiguo trabajo, cargando con aquel odiado peso durante toda la eternidad, le erizaba la piel y le causaba una enorme ansiedad. No, de ninguna manera daría marcha atrás.
Sísifo decidió que ya había sacrificado tanto tiempo en las oposiciones que merecería la pena volver a intentarlo. Al fin y al cabo, ya se sabía el temario. Esperaría a que se volvieran a convocar, y entonces sería su momento. Esta vez no dejaría que la suerte se le escurriese entre los dedos.
—Sí, la próxima vez lo conseguiré —se decía a sí mismo. Dos años después se volvió a presentar. El resultado esta vez fue de un 6,5. Sin embargo, se había presentado mucha más gente, y volvió a quedarse fuera. ¡Estaba tan cerca! Era cuestión de tiempo que lo consiguiera. ¡Había que intentarlo de nuevo!
—Sí, la próxima vez lo conseguiré.
—Sí, la próxima vez lo conseguiré.
—Sí, la próxima vez lo conseguiré.