La Broma Cósmica

No soy minimalista porque no soy gilipollas

Hace ya bastante tiempo que en Internet se pusieron de moda los influencers minimalistas. Casi todos se presentan de la misma manera: un hombre de entre 25 a 30 años, con una camiseta lisa, unos pantalones azules o beige, con el pelo corto y bien peinado, se dirige al espectador sobre un fondo blanco y aséptico, con una pared impoluta detrás, en una habitación decorada con los muebles más baratos y sosos de Ikea. Muy probablemente, el plano incluya alguna planta, seguramente falsa, para dar cierta “vida” al agujero blanco nuclear en el que esta persona vive.

Cheatsheet image example

Un minimalista clásico, con su planta al fondo.

Cheatsheet image example

Reto: encuentra algún elemento del fondo que no sea blanco.

Cheatsheet image example

Aunque la camiseta sea de otro color, no puede faltar la planta al fondo. Chocopunto por tener diferentes matices de blanco en la escena.

¿Pero qué es el minimalismo?

Según el Diccionario de la Real Academia:

m. Arte. Tendencia a emplear los elementos mínimos y más básicos, como colores puros o formas geométricas simples.

Según Wikipedia:

Minimalismo, en su ámbito más general, es la tendencia a reducir a lo esencial (lo útil y lo embellecedor sin decorar de más), a despojar de elementos sobrantes.

Parece una idea bastante simple: deshacerse de lo innecesario para quedarnos únicamente con lo necesario. De esta forma, se trataría de desprendernos de objetos materiales que no nos aportan ningún tipo de beneficio, es decir, que nos “sobran”. Es imposible estar en desacuerdo con tal planteamiento, más aún viviendo en la vorágine capitalista en la que nos vemos obligados a sobrevivir día a día. Continuamente nos bombardean con mensajes consumistas, incitándonos a comprar todo tipo de tonterías que no necesitamos para nada. Comida, teléfonos móviles, coches, perfumes, chicles… Vivimos bajo una tormenta de publicidad que no se detiene ante nada, y ante dicha situación, no parece descabellado promover un estilo de vida alternativo que apueste por echar el freno a las ansias de comprar y comprar. Es impepinable que en realidad no necesitamos cambiar de móvil cada dos años, y que a tu coche todavía le quedan muchos kilómetros por delante pese a tener ya 10 años. La obsolescencia programada —supuestamente ilegal— y el miedo a quedarnos fuera nos hace sentir una especie de psicosis consumista que nos impulsa a querer tener siempre de lo último, lo mejor. Así, lo lógico es intentar alargar la vida útil de todo lo máximo posible y, por supuesto, no comprar productos absurdos o innecesarios que, tras dos usos, acabarán en un cajón cogiendo polvo.

Vale, hasta ahí todos de acuerdo. Pero, ¿qué ha pasado con esta noble idea de reducir a lo esencial? El capitalismo ha pasado.

El consumismo minimalista

Pensad en un anuncio de algún coche que recordéis. Si no recordáis ninguno, formad uno en vuestra cabeza. ¿Cómo es el anuncio? Seguramente estéis pensando en un hombre de unos 35 años, aparentemente exitoso, bien vestido, feliz, conduciendo un coche por un paraje natural. El anuncio hará numerosas menciones a lo único que eres, lo especial que eres, lo diferente a todos los demás que eres. Y si quieres seguir siendo tan especial y único, además de tan guapo y exitoso como el actor del anuncio, más te vale comprar ese maravilloso coche. Ahora, un anuncio de bollería industrial. ¡Qué radical eres! ¡Qué personalidad tan atrevida tienes por consumir grasas trans y azúcar refinado! Definitivamente, eres único en tu especie. Compra más comida basura para seguir siendo así de especial.

Y así con todo. Las grandes empresas descubrieron hace mucho tiempo que la mejor manera de hacer que la gente comprara sus productos era asociándola a diferentes identidades o personalidades. Bebes colacao porque, aunque seas un adulto, todavía tienes un lado juvenil. Compras Apple porque quieres aparentar tener dinero.

¿Por qué el minimalismo iba a ser diferente? El minimalismo, en lugar de ser una filosofía de vida, se ha convertido en un nicho de mercado más. No es más que una oportunidad adicional para vender productos absurdos a personas que han construido su identidad alrededor de una industria. En este caso, dicha identidad se construye alrededor de la idea de una supuesta “anti-industria”. Han vendido la idea de que para ser minimalista no basta con seguir unas pautas de comportamiento, sino que es necesario comprar ciertos productos.

Productos extremadamente necesarios que necesitas según los gurús del minimalismo

  1. Un cuaderno para sustituir a tu teléfono móvil. Porque, por supuesto, si llevas un cuaderno (y un bolígrafo) a la calle, ya no verás la necesidad de llevar el móvil.

Cheatsheet image example

  1. Este cacharro para poner etiquetas a las cosas. Muy útil. Ahora no solo tendrás un objeto, sino 3: el objeto que quieras etiquetar, la etiqueta, y el aparato para etiquetar.

Cheatsheet image example

  1. Unos AirPods de Apple (150€). Estéticamente son minimalistas, eso no se puede discutir. Unos de 50 euros suenan igual o mejor, pero no tienen la manzanita. La manzanita es tu identidad.

Cheatsheet image example

  1. Un iPad, un objeto muy imprescindible y minimalista, sin lugar a duda.

Cheatsheet image example

Pero mis favoritos son los que hablan de descentralizar tu teléfono móvil. Es decir: sustituir el smartphone por un móvil no inteligente, una libreta, un reloj, una consola portátil, una cámara y un ebook. Vosotros es que no lo entenderíais porque no sois minimalistas, pero no hay nada menos consumista y más práctico sustituir un objeto por seis, una sola batería de litio por cinco.

Cheatsheet image example

Si es blanco, es minimalista

Y esa es la conclusión de lo que es el minimalismo como filosofía de vida. No se trata de consumir menos ni de saber alargar la vida de aquello que compramos. Se trata de comprar diferente, sentirnos mejor mediante nuestros hábitos de consumo. En lugar de comprar un portátil normal y corriente, compran un Mac porque sigue un diseño minimalista (en términos estéticos). No hay más que ver los entornos en los que viven para darnos cuenta de que para ellos el minimalismo no es más que una declaración estética de la personalidad que quieren proyectar. Esta personalidad de asceta que quieren proyectar sigue estando basada en un consumismo desenfrenado de objetos absurdos y redundantes. La industria del minimalismo ha encontrado a los influencers como voceros. Sus vídeos a priori parecen producidos por ascetas con un gusto pésimo para la decoración de interiores, pero cuanto más avanzas en sus vídeos, más se revela que sus motivaciones son la autoafirmación como minimalistas, y la promoción de productos. Es como si Patrick Bateman dirigiera un anuncio de teletienda.

Cheatsheet image example

Mirad bien esta foto. ¿Qué ser humano en su sano juicio viviría en una habitación así? Solo falta que las paredes estuvieran acolchadas para estar en un manicomio. El loco ya está presente en la estampa, desde luego.

Yo no soy gilipollas

Hace unos días escribí un artículo sobre el homo algoritmus, y como las redes sociales nos están destruyendo el cerebro. Como solución a dicho ataque a nuestra psique, se podría llegar a plantear el minimalismo (o el minimalismo digital). Podría instalar un launcher que redujera mi móvil a la mínima expresión tecnológica, permitiendo acceso solo a las llamadas y a la cámara. Podría desinstalar todas las aplicaciones no esenciales y quedarme con lo mínimo. Podría, incluso, extender esta filosofía a toda mi vida y deshacerme de mi cuenta de Steam o incluso de la televisión. De esta manera, podría incrementar mi productividad de manera exponencial. Podría, pero no soy gilipollas. Deshacerme de los avances tecnológicos de este siglo y de principios del anterior lo único que va a hacer es terminar de joderme la vida.

Los minimalistas de chichinabo que plagan YouTube no paran de mencionar la palabra “productividad” como un concepto sagrado, algo que maximizar hasta el límite. Esta filosofía de vida solo tiene un nombre: ser un completo gilipollas. Ante los aspectos problemáticos de la sociedad tecnológica actual, no podemos esconder la cabeza bajo el agujero de la “productividad” y pretender que todo se soluciona comprando productos blanquitos o utilizando menos aplicaciones móviles. La productividad no puede ser un fin en sí mismo, ni el objetivo último de la vida. Eso sería reducir la existencia humana a una cuestión de eficiencia, es decir, volver a caer en la misma trampa capitalista que nos lleva a ser máquinas de producir y consumir. Así es, el minimalismo es otra forma de consumismo, con una etiqueta diferente, que ha convertido las buenas intenciones de algunas personas en otro mercado.

Conclusión: menos no tiene por qué ser más

El problema no es tener cosas. Y tampoco debes sentirte culpable por darte algún capricho de vez en cuando comprando algo que no necesitas. Pero la solución tampoco puede ser caer en la trampa opuesta: la de creer que la respuesta es comprar productos minimalistas, ni vivir en una burbuja aséptica de supuesta pureza anti-todo. Al fin y al cabo, vivimos en una sociedad de consumo desenfrenado que utiliza todas las herramientas coercitivas posibles para forzarnos a consumir sin parar, y por lo tanto, debemos ser capaces de identificar a los verdaderos responsables, y no formar identidades absurdas en torno a nuestros hábitos de consumo.

No eres mejor ni más especial por haber renunciado a las comodidades que nos brinda la tecnología. No eres mejor persona por participar de un nicho de mercado diferente. No eres especial por vivir en una habitación blanca ni por tu mostacho perfectamente rasurado.

Si esperabas que este artículo hiciera una distinción entre falso minimalismo, y minimalismo real, me gustaría concluir que no existe tal dicotomía. El minimalismo en su origen era un movimiento artístico y/o estético, pero cooptado por la mercadotecnia y los influencers se convierte en una moda más, sujeta a las fluctuantes mecánicas de la mercadotecnia en la era digital.