La lucha es eterna
Hace ya muchos años que todo supone una gran batalla a nivel mental. Siempre hay alguna desgracia a la vuelta de la esquina, o algún obstáculo en el camino con el que tropezarse. Cada día en este mundo se siente como arrastrarse por las brasas ardientes del infierno camino a una salida que no para de alejarse más y más. Cada vez más exhausto, cada bocanada de aire se siente como un puñal al rojo vivo penetrando por el costado. Cada pequeño respiro viene acompañado de una carga cada vez mayor sobre los hombros.
No vivimos en una broma cósmica. Sobrevivimos en ella. Cada paso, cada mirada adelante, viene acompañada de horrores. Más nos vale aceptar que no hay un final feliz en el que caminamos sin un horrible pesar sobre los hombros. Y, sin embargo, no paramos de caminar hacia adelante. No porque no queramos dejarlo todo, sino porque no estamos programados para ello.
La lucha es eterna. No importa cuánto duela, cuánta sangre derrames, cuántas veces sientas que el universo te escupe a la cara. Las victorias, efímeras, son una antesala a una capa más profunda del infierno. Al final de esta eterna lucha solo te espera polvo y lodo. Pero eso es lo único que sabemos hacer. Nuestro cerebro no está programado para la tranquilidad y la quietud. Estamos predispuestos a la batalla mental, al sufrimiento y al combate. Hemos construido una sociedad que destruye nuestras psiques. Producción, dinero, burocracia, extenuación, trabajo, compromisos. Y, sin embargo, seguimos. No por heroísmo ni por ninguna ilusión romántica de la superación. Seguimos porque nuestro instinto de supervivencia nos lleva a ello.
La vida es una constante batalla cuesta arriba. La mayoría de nosotros llegamos desarmados, algunos incluso con un brazo atado a la espalda. A medida que escalamos nos vamos llenando de cicatrices, nos hacemos más pesimistas y estamos más exhaustos. Cuanto más avanzamos, más difícil es todo. Esta montaña que escalamos no tiene cima, y si nos permitimos el lujo de descansar un rato, corremos el riesgo de despeñarnos por el abismo.
La lucha es eterna porque no sabemos vivir de otra manera.